miércoles, enero 20, 2010

Miguel Lawner: “El borrón y cuenta nueva para mí no corre”




La Nación Domingo


Por Daniel Gómez Yianatos
El arquitecto celebró este miércoles la declaración de la capilla de Puerto Harris, cuya restauración dirigió mientras era prisionero de la dictadura, como monumento nacional. Ese mismo día también se nominó como sitio histórico al lugar en que estuvo el campo de concentración que recientemente Miguel Littin recreó en la película “Isla 10”. Lawner desclasifica en LND su encuentro con Jaime Guzmán en 1979, cuando le permitieron venir por tres días a Chile para sepultar a su madre.







El arquitecto Miguel Lawner abandonaba muy temprano las barracas del centro de detención de Isla Dawson para salir a plantar postes de madera. Las largas piezas de ciprés sostendrían la línea eléctrica que la Armada pretendía extender a orillas del Estrecho de Magallanes.
El ex director de la Corporación de Mejoramiento Urbano (Cormu) durante la Unidad Popular soportaba a duras penas el frío austral junto a sus compañeros. Cada 50 metros debían enterrar uno de los palos. No veían a nadie. Se sorprendieron cuando una mañana cualquiera descubrieron Puerto Harris, el único caserío que hasta hoy existe en la isla. Junto a una veintena de viviendas emplazadas en una loma, divisaron una capilla que llevaba por lo menos 40 años abandonada.
En la pausa del mediodía, Lawner, junto al sargento a cargo de los prisioneros, se acercó al templo y constató que mantenía un estado estructural razonable, aunque requería una mano de gato, porque las maderas se notaban resecas. Al asomar sus cabezas por los vidrios rotos, se dieron cuenta que por dentro era un desastre inmundo. Tras una mata de calafate se distinguía un trabajado trozo de hormigón o piedra. El militar sacó una hachuela que llevaba en su cintura y arrancó las gruesas espinas. Recién ahí se percataron que era un pedestal que aguantaba un busto con una placa. Con una champa de coirón humedecida, como todo en Dawson, limpiaron la plancha y leyeron que se había hecho en memoria de monseñor José Fagnano, líder de una misión salesiana que a fines del siglo XIX recibió la autorización para instalarse en la zona y así cumplir su objetivo de salvar a las tribus aborígenes. De vuelta a las barracas, Lawner le consultó a sus compañeros qué les parecía plantear al comandante que, en vez de limpiar estiércol, arrastrar basura o plantar los postes, restauraran la iglesia. Con humor, algo que nunca perdieron pese a tanta adversidad, los detenidos le tiraron varias tallas, como que era un comunista renegado o un judío converso. Aprobada la moción interna, el arquitecto consiguió el respaldo del comandante, aunque éste sólo le dio dos horas para presentar un proyecto. Así consiguió lápiz y papel.
Tal como expuso Miguel Littin en la película basada en el libro “Isla 10” de Sergio Bitar, Lawner comenzó a dibujar los detalles de Dawson: los trabajos forzados, el encierro, la soledad, el dolor. De paso, levantó la capilla, que este miércoles fue declarada monumento nacional.
-¿Cómo fue el proceso que terminó en esta declaración?
-Se consideró la presencia de la misión salesiana, con toda la nobleza que eso representó en ese período de genocidio contra los onas, alacalufes, pehuenches y yaganes. A ello se sumó el destino de que la zona fuera un campo de concentración después del golpe militar. Nuestra actitud fue superar esa situación y dedicarnos a esta obra de recuperación en tan precarias condiciones. Hasta hoy se mantiene en buenas condiciones y merecía la designación. No sólo se aprobó eso, sino que también que el campo de concentración de Río Chico, donde estuvimos recluidos, sea monumento nacional en la categoría de sitio histórico.
-¿Usted lideró este rescate?
-Hicimos una primera presentación tres de los compañeros que estuvimos recluidos: Arturo Jirón, Luis Corvalán y yo. Una vez que planteamos esto al resto de los compañeros, fue suscrito por la mayoría de los confinados y también por los compañeros de Punta Arenas. De los mil y tantos centros de tortura que registró el Informe Valech, fue el único construido expresamente para esta finalidad, conforme a todas las normas de los campos de concentración nazis. Fue demolido y no queda nada. Gracias a los dibujos, que fui memorizando en las noches tomando notas que luego destruía para que me quedaran grabadas, en el exilio pude recrearlo sin pensar que algún día serviría para esto.
-No fue fácil el trabajo de restauración…
-Luego de trabajar como malos de la cabeza por un mes, el comandante me dijo que unos 100 pelados, bajo mis órdenes, seguirían la restauración. Había que apurar el tranco, porque los niños que vivían en Puerto Harris tenían que hacer la Primera Comunión el día de la Inmaculada Concepción. No acepté al comienzo. Conversé con mis compañeros y bromearon con que les pegara algunas patadas a nombre de todos. Se dio esa situación paradojal que los mismos que me presionaban con sus armas ahora estaban a mi cargo. Fuimos con el sargento que siempre nos acompañaba. Era un hombre callado, no el “Mala Cueva” que aparece en la película, que era un estúpido que tuvimos antes.
-¿Y ayudaron los militares?
-No tenían ningún interés en trabajar. El techo estaba inclinado, no era fácil de ejecutar y era la principal faena que teníamos a medio camino. Alegaban que nadie podía obligarlos y que se sacarían la cresta. Los mandábamos con sogas, pero igual se corrían. El sargento los hizo formar y los castigó a pan y agua por 24 horas. Nos quedamos los dos solos trabajando y lo único que podíamos hacer era terminar una escalinata que permitiría remontar la loma. Sale en la película. Con este sargento, que nunca quiso darme su nombre y no era “Mala Cueva”, terminamos a las nueve de la noche, cabreados como perros. Armamos las gradas de la escalinata y efectivamente saltamos para ver si estaba firme. Ahí me dijo que su señora me mandaba un paquete con mermelada de calafate, que para nosotros era un manjar.
-Gracias a esta obra partió con los dibujos…
-Así empecé a dibujar. El comandante me facilitó un cuaderno colegial que lo numeró página por página para que no se perdiera ninguna. Hoy está expuesto en el Museo de la Memoria. Partí con la iglesia. Nunca había practicado dibujo humano de figuras. Hice el primer dibujo de Daniel Vergara (subsecretario de Interior de Allende) el 25 de febrero de 1974. Fue el primero y quedó bien. Los otros compañeros empezaron a pedirme que los dibujara. Dibujaba a veces en la noche. A veces sin obstáculo de la guardia, en otros casos me tenía que fondear.
-Imposible suponer la trascendencia política que tendrían…
-No tenía conciencia de eso. El del discurso de bienvenida del teniente lo hice en libertad, porque si me pillaban con eso me fusilaban. Nos dijo: “ustedes tendrán que olvidarse de lo que eran antes. Cualquier conscripto vale cien veces más que ustedes. Chile no necesita intelectuales vagos y ociosos como ustedes. Chile necesita soldados”.
-¿Cómo se las arregló para sacar los dibujos?
-Tenía 22 dibujos, que iba fondeando en distintas partes. En marzo de 1974, una delegación de parlamentarios de la República Federal de Alemania consiguió permiso para visitarnos. Un teniente llamó a varios compañeros, entre ellos Hugo Miranda, Carlos Morales y Aníbal Palma, todos radicales. Pensamos que saldrían en libertad. El senador Miranda inventó una excusa y llegó a la barraca para contarnos que la delegación volaría esa noche a Santiago y se reuniría allá con su mujer. Preguntó si había algo urgente que mandar y alguien se acordó de mis dibujos. Se los metió debajo de una parka y se las arregló para pasárselos a los alemanes. Esa noche entregaron los dibujos a Cecilia Bachelet, tía de Michelle y esposa de Miranda. Cecilia invitó a las compañeras a tomar desayuno a su casa. Llegó mi señora y todas quedaron muy emocionadas con los dibujos tendidos en la cama. Algunos los reconocieron perfectamente. Así se sacaron los primeros.
-¿Y el resto?
-Sacar los otros fue más jodido porque le costó la detención a mi mujer. Estuvo una semana en Villa Grimaldi. Cuando volvimos, el 8 de mayo del ’74, a los 2 de la mañana, nos dieron un rato para prepararnos y me di cuenta que tenía 19 dibujos. Pensé qué hacer con ellos, porque nos iban a allanar. Los eché encima y dejé los más inocentes arriba, pensando que les diría que el comandante me había autorizado. Llegué a Punta Arenas y después al subterráneo de la Academia de Guerra Aérea de Las Condes. Esa misma noche que llegamos apareció un teniente y nos dijo que visitaría a nuestros familiares, por lo que podíamos mandar ropa para lavar y estábamos autorizados de escribir una paginita. Le escribí a mi mujer y me la jugué. Le dije al teniente si podía llevar estos dibujitos autorizados. Se los pasé. Puse al final “y te mando estos 19 monos”.
-¿Por qué la detuvieron?
-En septiembre de 1974 mi señora fue secuestrada en su oficina en Santiago. La interrogaron una semana preguntando por lo que aparecía en otros dibujos míos. Como yo no usaba nombres en los dibujos, estaban intrigados con los títulos que había puesto. Ella no los había visto y jamás podría haber imaginado qué quería decir “Coihue moribundo”. Uno de Jaimito Tohá, que se llamaba “Un pañuelo con olor a mate”, era el que más los jodía. Los Tohá, oriundos de Chillán, nos habían contado alguna vez que iban siempre a ver el famoso tren nocturno que paraba ahí, donde era tradicional el café con malicia y la gente acostumbraba a despedirse con pañuelos. Y así le pusimos Pañuelito. En el dibujo aparece fregado en una partida de ajedrez. ¡Quién cresta podía imaginar eso!
-¿Cómo recuperó la libertad su mujer?
-A la semana entró un tira que la agarró vendada y le dijo “señora Ana María, no se preocupe, yo la conozco y sé que no sabe por qué está aquí. Es por los dibujos de su marido. La voy a dejar aquí en la pieza. Aquí están los dibujos. Tiene cinco minutos para echar un vistazo y cuando vuelva se sube la venda”. Ahí vio al Pañuelito. Le dijo que devolverían los dibujos por correo. Llegaron seis menos.
-¿Cómo los sacó del país?
-Cuando se supo que me echaban del país, en julio de 1975, mi señora tenía todos los dibujos, que eran más de 30. Las compañeras habían tenido el apoyo de la señora del embajador de Rumania, Sandra Dumitrescu. Viajó de vacaciones un poco antes en junio y mi señora habló con ella y se comprometió a sacar los dibujos.
-Tenía más habilidades para el dibujo que las que usted mismo se atribuía…
-Nunca había hecho figuras humanas y quién iba a pensar la trascendencia de estos dibujos. El miércoles, cuando estaba en el Consejo de Monumentos, pensé que no dejaba de ser conmovedor que yo, un pobre huevón al que le sacaron la cresta, estuviera en esa instancia. Tener este reconocimiento es una enorme contribución a la memoria histórica. Ahora que se acaba de inaugurar el Museo de la Memoria, esto es parte de lo que la gente tiene el deber de conocer.
-¿Cómo se explica la falta de memoria en nuestro país?
-No creo que sea un sello sólo de Chile. Hay circunstancias dramáticas en la historia de los pueblos en que determinados sectores prefieren ignorar. Dar vuelta la página, como una vez me dijo Jaime Guzmán.
-¿Cuando era senador?
-No, antes. En 1979 me autorizaron a venir a Chile por tres días para asistir al funeral de mi madre. Reconozco que por gestiones de mi familia, Guzmán influyó para que me dieran ese permiso. Después que sepultamos a mi madre, le pedí una audiencia. Él tenía ganas de conversar con una persona como yo, quizás no tan comprometida políticamente. Yo no era ninguna figura. Tenía convicciones muy claras, pero era un técnico. Me citó un lunes a las 8:30 de la mañana a su departamento, que estaba cerca de la casa mi hermano donde me alojaba. Cuando salía, me encontré con la esposa de mi colega Alejandro Rodríguez. Le dije “Carmencita, tengo esta reunión, tienes que esperarme”. Me contó que había ido a Concepción porque un amigo tenía noticias de Alejandro. Te estoy hablando de noviembre de 1979 y Alejandro había sido detenido en julio de 1976. Ese amigo le dijo que tenía un cercano que era jefazo de la DINA y le aseguró que su marido estaba bien y que mantenía hasta buen ánimo. Carmen me contó esto en la puerta de la casa.
-Usted no creyó esa versión…
-Le puse una cara de incredulidad y me dijo “¿tú no me crees, verdad? ¿Por qué me va a estar mintiendo, si es un amigo como tú? ¿Me mentirías en esto?” Le dije que me esperara. A Guzmán, que me sugirió que había que hacer borrón y cuenta nueva, le dije que, cuando me detuvieron, un paco me sacó la cresta y me propuse no olvidarme de ese rostro. Mientras estuve en Dawson, cuando despertaba, lo primero que hacía era acordarme del rostro de este cabo. A los seis meses, me desperté y no hubo caso. Intenté unos días más, pero no me apareció más. Le conté que pensé en el borrón y cuenta nueva, total me dio una paliza y me robó lo poco que tenía: el reloj y una lapicera. Pero después le dije de dónde venía y le conté la historia de la Carmencita. Le dije: “¿Ha visto crueldad semejante? Han pasado más tres años, ¿y usted me va a decir que Alejandro está vivo?” Entonces, furioso, Guzmán echó garabatos contra Manuel Contreras por lo que le había hecho a su general. Eso del borrón y cuenta nueva para mí no corre. Yo fui a la inauguración del Museo de la Memoria con la foto de Alejandro.


El nuevo Chile
-¿Cómo ve a Chile de cara al bicentenario?
-No sólo en Chile, sino a nivel mundial, tenemos impuesto el modelo neoliberal, que es una perversión infame. Los gobiernos de la Concertación han intentado regular algunos de sus excesos, pero, en los hechos, es un sistema en que prevalecen las peores características del ser humano con un individualismo exacerbado y el dinero como gran objetivo de la vida. No existe ningún precepto de la solidaridad que, desde los tiempos bíblicos, ha imperado. Para qué decir los ideales de la Revolución Francesa de fraternidad, libertad e igualdad. Todo eso se ha ido a las pailas. Por fortuna, se ve cómo ha sido conmovido el sistema con la última crisis y han surgido en América Latina modelos de resistencia, que algunos tratan de descalificar como populistas, como los gobiernos de Evo Morales, Chávez y Correa. A ellos se suma el triunfo de Mujica en Uruguay. Eso indica que los pueblos no se tragan tan fácil esa pildorita.
-¿Tiene esperanza entonces en una reforma?
-Uno debería abrigar esperanzas. Tengo fe en que no será posible para la humanidad continuar por este camino de explotación salvaje de los recursos naturales, que nos puede llevar al despeñadero. Admitiendo que en Chile imperan las libertades democráticas, hay que reconocer que estamos regidos por un sistema injusto. La Constitución continúa siendo básicamente la de Pinochet. El sistema binominal es una monstruosidad. La UDI sacó el 23% de los votos pero sacó un tercio de la Cámara de Diputados. Es una injusticia que no tiene nombre.
-Usted se formó con la reforma de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile en 1946, que promovía la solidaridad...
-Ese fue un gran episodio. Tengo una formación de trabajo en equipo y de solidaridad. Nos formamos junto con los pobladores. Fuimos asesores del movimiento poblacional en Chile reclamando el derecho de que la gente tuviera un lugar donde vivir. La solidaridad es una de las condiciones fundamentales del ser humano. Me exaspera este énfasis actual tan individualista. Antes, en las oficinas de arquitectos, todos los profesionales eran iguales. Ahora es fulano de tal y asociados. Es un emperador que tiene una manga de súbditos.
-Y que a través de las inmobiliarias hacen intervenciones aberrantes que atentan contra la identidad de las ciudades…
-El domingo pasado, El Mercurio publicó la iniciativa que teóricamente permitiría salvar el Palacio Pereira en calle San Martín, que está en pésimas condiciones. Un inversionista propone salvarlo haciendo una especie de escenografía, lo mismo que están haciendo donde estaba El Mercurio, estableciendo la fachada como un telón y ubicando un edificio de 25 pisos adentro.
-¿Vivimos en guetos por culpa de las inmobiliarias?
-El Estado se ha quedado de brazos cruzados presenciando cómo se produce este proceso especulativo-comercial, que hace imposible que sectores con menores recursos puedan tener acceso a los lugares donde les gustaría vivir. Cuando consultas a la gente sin casa, su principal aspiración es permanecer en las comunas donde han vivido toda su vida, porque allí han tejido sus redes sociales. Pero su único destino es irse a la periferia, creando estos cinturones de miseria y estos barrios inverosímiles que hay en Chile. Sin una presencia activa del Estado como lo hicimos nosotros, que hizo posible que el suelo no fuera un factor que impidiera que los sectores de menos recursos pudieran permanecer en los lugares donde ellos querían, no hay posibilidad de mejorar la situación. Es imposible que el mercado por sí mismo logre regular, entonces se van potenciando los sectores más exclusivos.
-La Avenida Matta, donde usted se crió, también está llena de torres…
-Mientras no haya una acción planificadora del Estado, que ate las manos a la especulación, no habrá caso. Hoy el capital decide las inversiones, dónde se instalan y cuáles son rentables y con eso estamos liquidados. Seguirán acentuándose los barrios exclusivos y el deterioro de los barrios periféricos.
-¿Eso explica que el edificio Diego Portales corriera el riesgo de convertirse en un mall?
-¿Has visto la campaña inconcebible de El Mercurio en el último mes relativo al Museo de la Memoria? Buscando declaraciones, citando a Vargas Llosa, todo para decir cómo es posible que se construya un museo para mostrar sólo desde 1973 hasta 1990 y no se explique por qué ocurrió esto. O sea, tengo que explicar los excesos de Allende para justificar que hayan metido vivos a los hermanos Maureira en un horno de Lonquén. ¿Hay algo que hayamos hecho en el gobierno de Allende que justifique que compañeros fueran lanzados con un fierro atravesado en la guata a las profundidades del océano desde un helicóptero? Fue una campaña infame. Lo mismo ocurrió con el edificio Diego Portales, por ser una de las obras más significativas en materia urbana del gobierno de Allende. Cuando se produjo el incendio fue terrible. Entrevistaron a distinguidos arquitectos que decían que era la oportunidad para deshacerse del edificio.
-¿Y qué dijeron?
-Uno de los arquitectos más calificados, Matías Klotz, decano de su facultad, dijo que lamentaba que los bomberos llegaran tan rápido. ¡Cómo un decano que está formando a los futuros constructores de Chile puede decir algo así! Aunque fuera el edificio más aberrante del país, no puede, como académico, plantear una barbaridad así. La ex ministra de Defensa, Vivianne Blanlot, dijo que estaba explorando la posibilidad de llamar a licitación el edificio y que el mercado resolviera su destino. Yo, con todos los artistas y los arquitectos que trabajamos ahí, nos opusimos. La revista europea más calificada en materia de arte moderno, Documenta Magazine, publicó un artículo especial sobre esta situación, señalando que el edificio era uno de los símbolos más significativos del movimiento moderno de arquitectura en América Latina. //LND


No al viraje
-Usted es cercano a la familia de Víctor Jara, ¿cómo vivió su funeral?
-Yo vi a Víctor Jara en el Estadio Chile. Me detuvieron el 12 de septiembre en la Cormu. Me sacaron la cresta y nos llevaron allá. Fuimos los últimos en llegar a la gradería norte y quedamos en las últimas filas. Divisé en la cancha al lote que habían detenido en la Universidad Técnica, entre los que se distinguía a Víctor Jara con su poncho tradicional. Vi cómo trataba de animar a los compañeros. Más no supe, porque me sacaron en la madrugada del día siguiente. Fui uno de los últimos que vio a Jara con vida.
-¿Pero lo conocía de antes?
-Sí. También a Joan, porque era muy amigo de Patricio Bunster, su primer marido. También de su hija Manuela. En el exilio tuve contacto con Joan. Recibimos a la Amanda, su hija con Víctor, cuando fue a declarar a la comisión investigadora de los crímenes de la junta, una institución que funcionó en Europa y un año en Copenhague. Joan me mandó el manuscrito de “Unfinished song”, como era la versión primera en inglés. De vuelta he trabajado siempre con ellos. Fui el arquitecto que proyectó el Galpón Víctor Jara. Estoy orgulloso que la Joan haya librado su lucha. El renombre internacional que Víctor ha alcanzado es increíble. Aquí se ignora el peso de Víctor y Violeta Parra afuera. Es difícil encontrar un cantor hoy importante en el mundo, sea en Europa, África o Asia, que no haya incorporado una canción de sus repertorios. Como tantos otros compañeros, son representativos de lo que fue nuestro proceso de búsqueda de un mundo mejor. Han permanecido. Qué figura significativa de la cultura, ciencia, política, arte, del siglo XX tiene la repercusión que hoy tiene Allende en el mundo. En Francia, Inglaterra, Argelia, Rusia, Alemania hay plazas, avenidas y escuelas con su nombre. Hay hasta barcos.
-¿Qué piensa de un eventual viraje a la derecha con Piñera?
-Sería terrible. Es una contradicción muy grande. No te puedes imaginar la cantidad de gente que me escribe correos electrónicos para que explique de alguna forma el resultado de la primera vuelta. Están todos desconcertados.

lunes, diciembre 21, 2009

EN CONSTRUCCIÓN

"Regresaba al pasado como a un dolor elegido, como si lo peor de esa tristeza fuera la posibilidad de perder su recuerdo"
El Testigo, Juan Villoro.


He perdido mi voz. Aunque esta confusión se puede atribuir al cansancio natural de diciembre, puede que sea un desorden de carácter más permanente. El remedio ideal sería el aislamiento. Así oiría con mayor fidelidad mi pensamiento y lo despojaría de todos los elementos contaminantes. Se acabaría el mareo.


Antes creía en el romanticismo de encerrarme en un cuarto hasta despejarme por completo. Licencias de juventud. No pedía permiso a nadie. Tampoco sentía culpa. Podía pensar sólo en mí.


Hoy quiero levantar mi propio muro. A mi lado, sólo quedará mi mujer y un par de amigos. Nadie más. El ruido que atraviese la barrera llegará dosificado. El colador básico: alejarme del discurso fácil, de las falsas amistades, del cliché treintón del éxito y de las lecturas que sugiere la corriente de turno.




viernes, abril 03, 2009

BANDA TRIBUTO

No disimulas tu dolor para quienes son capaces de reconocerte. Te corresponde la administración del primer piso, casi vacío a esta hora, cuando todo está dispuesto para que la banda salga al escenario. Mejor ayudar abajo. El walk talkie dirige tus movimientos. Eres más flaco que en las fotos. Parte la primera canción. Unas pocas groupies celebran el primer cover del tributo.

No suena mal. Sentado cómodo en el VIP, privilegio que no suelo tener, observo cómo sigues el show. Supongo que jamás te gustó Bon Jovi. Si le compraste esa entrada a Iron Maiden, seguro te hubiese gustado acompañarla. Probablemente tenías que estar en el bar. Quizás cuidar a los niños. No recuerdo el día del accidente en la Kennedy. Me parece que fue domingo, pero no estoy seguro. Te veo conversar con mi amigo. Es tu jefe. En realidad, sólo él habla. Tú estás en otra parte. Lejos de todos. Muchos eluden la tristeza refugiándose en el trabajo. No es un mal consejo. Sirve. En un diario, vendiendo zapatillas, repartiendo pizzas, cuidando niños en una piscina pública. Cualquier distracción es útil. Eres la excepción.

La complicidad involuntaria con la juerga en que estamos todos dudo que aporte a la búsqueda de consuelo, sobre todo si es jueves. Seguro los niños están por ahora con abuelos, tíos o primos. Regresarás sin nada a la cama vacía. El lugar donde compartías los sueños con la mujer que amabas, con la que habías recorrido México en un destartalado Kleinbus Volkswagen, con la que reías. Cuesta imaginar tu sonrisa. Eran uno solo y ahora ella se ha multiplicado en otros cuerpos. Ha llevado esa alegría que extrañas a otras familias que esperaban con ansiedad un órgano que asegurara la presencia del ser querido. Fue tu decisión. En segundos donde cuesta asociar ideas, regular filtros, dimensionar los alcances de lo que está ocurriendo, no te despegaste de la fidelidad que se tenían y cumpliste su deseo de ser donante. Hoy ha muerto el niño Cruzat porque en Chile hay poca gente como tú. Anoche pude darte la mano al despedirme de tu jefe, pero justo surgió un llamado del aparato.
De todas formas, me llevé mucho más que un saludo sin que siquiera te enteraras.

viernes, febrero 20, 2009

NUEVE AÑOS



-¿Cuántos años tenías?
-22.
-Eras chico.
-Supongo que sí.

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Desciendo del bus saltando en una curva. Basta con seguir corriendo para no caerse. La Universidad de Playa Ancha se asoma a lo lejos con sus ladrillos desteñidos y un par de sauces que nadie riega. El viento surge con una fuerza que no se siente en ninguna otra parte de Valparaíso. Es parte del patrimonio de esta república independiente. En la vereda hay algunas lápidas sin nombre ni fecha, aguardando la muerte. Las maderas del piso crujen cuando entro al negocio. Nadie responde a mi provinciano aló. De la pared cuelga una vieja fotografía de Wanderers, muy cerca de una repisa con losas que todavía están en bruto. Salgo. Unos pasos más allá encuentro el típico bar “Quitapenas” que acompaña a cada cementerio de nuestro país. El olor a cerveza descompuesta y meado de gato garantiza que al dueño sólo le importa servir como refugio para quienes de verdad no encuentran consuelo o se sienten lo suficientemente muertos para no acomplejarse por la mirada de algún transeúnte distraído. No tengo claro si quiero quedarme. Confundido por mi miseria, pido una caña de vino y me siento en la última mesa playera del local. Cerca mío hay una silla con el logo de la desaparecida Free. El par de viejos curados que comparte una Escudo de litro no me cotiza. Sólo me observaron levemente cuando entré y luego siguieron con sus dilemas. No me quedo más de 15 minutos.

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-Hoy iré al cementerio.
-Qué bueno. Por lo menos tendrá flores.
-¿Vendrás a Viña este fin de semana?
-No creo, pero, de todas maneras, si voy, no iré al cementerio. No me hace bien.

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Con el ácido gusto del tinto, llego a la pequeña pérgola de flores. Pido un ramo modesto de dos lucas y la locataria amablemente me presta un balde vacío de pintura para el agua que necesite adentro. La subida al mausoleo se hace tan interminable como la vez que seguimos a la carroza. Para bloquear los recuerdos, busco nombre raros en las tumbas y me detengo en las que tienen fotografías o banderas, la mayoría de niños. Abro con dificultad la reja del sencillo mausoleo debido al óxido de la cerradura. Dentro de un macetero que tiene tierra griega hay una escoba para barrer la baldosa. Limpio el lugar y de mi mochila saco un Raid para matar a las arañas. También saco una cruz de madera y un tubo de pegamento. Ya no creo en Dios, pero sé que a mi madre le hubiese gustado tener a Cristo en su tumba. Lloro al leer su nombre inscrito en una lápida idéntica a las anónimas que media hora antes encontré en la vereda.

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-Antes sentía culpa por no ir.
-No te preocupes, te entiendo.
-Gracias.
-Y no te olvides que no estás solo.

miércoles, mayo 07, 2008

MIRAGEMAN


Las mudanzas siempre dejan pérdidas. Las materiales son menos dramáticas, aunque la rabia puede durar largo tiempo. En la última, hace dos meses, extravié un número excepcional de El Hombre Araña: 11 de septiembre de 2001. Todos los superhéroes de Marvel, desde el patriota e izquierdista Capitán América hasta Iron Man, se lamentaban en la misma Zona Cero por no haber previsto el ataque a los Torres Gemelas. Ya no está en mi colección.

Siempre he necesitado de héroes. El último ha sido Jack Bauer. Parece una frivolidad, pero quien se haya metido en las confabulaciones políticas y tramas terroristas que rodean al agente interpretado por Kiefer Sutherland entenderá que se trata de una necesidad primaria. El miedo, caldo de cultivo en todas partes para impulsar medidas represivas, se pasea más allá del bien y el mal, confundiendo a todos, menos a Bauer. Si le hicieran caso al agente, la serie se llamaría 12 y no 24.

Cuando chico, exigía a mis papás que me vistieran de Superman si querían que los acompañara a misa. Tenía traje de repuesto en caso de emergencia. Mi abuelo arruinó una Navidad a mi madre al regalarme un Batman que lanzaba un cable y subía solo hasta donde había sido enganchado, figura que obviamente hizo que despreciara los patines por los que había jodido todo ese año a mi vieja. Como toda mi generación, detestaba los gruñidos de J.Jonas Jameson en el Daily Bugle y sus titulares a toda página contra el arácnido. También pertenezco al grupo que dio ilusamente los cuatros pasos del Superhéroe Americano con la esperanza de volar.

Con todos estos recuerdos, abreviados aquí pudorosamente, no es raro que el estreno de Mirageman sea un acontecimiento. El hecho que conozca a gente que participó en la película o sea cercana a los realizadores es sólo un bonus track y en ningún caso estimuló mi entrada al cine. En general, apruebo que el cine local haya abierto sus brazos a nuevos géneros, aunque no comulgue con varios de ellos o al menos no con la interpretación que los directores han hecho de ellos acá. Es positivo que surjan películas como Promedio Rojo, Malta con Huevo o Mirageman, porque amplían el espectro, robustecen la industria, entregan nuevas miradas. Si estas últimas nos chocan, las encontramos infantiles, básicas o absurdas, es otro cuento. Lo que importa es la extensión del fenómeno. En algunos casos, vale más una película adolescente de pandillas o una llena de patadas que un drama lacrimógeno y anacrónico, enfocado exclusivamente a conseguir subvenciones o mostrar artificialmente la desgracia del Tercer Mundo en festivales refinados. Mientras en las cintas light exista una mirada sincera, auténtica, que conozca el mundo que describe, tienen una gran chance de conquistar un público fiel.

Con lo anterior no quiero decir que Mirageman sea una buena película. Lamentablemente la historia se va desinflando a medida que avanza el metraje, especialmente por la débil construcción de los personajes. A Zaror, nuestro Stallone, no se le puede pedir más. A su favor, hay que que mencionar que el guión desperdicia la oportunidad de explotar el sueño compartido por los espectadores de tener un superhéroe chilensis. Por culpa de la periodista manipuladora, personaje que tampoco se desarrolla como corresponde, el foco se pierde definitivamente.

Aunque no haya disfrutado la película, celebro su aparición. No encontré lo que buscaba, pero, al menos, me sirvió de ejercicio nostálgico y también para comprobar que el pluralismo se ha instalado en el cine chileno. Al diablo los snobs que festejan los estrenos de Raúl Ruiz sin entender nada.

miércoles, abril 02, 2008

FACEBOOK (FB)


Me han suprimido Messenger en la oficina.

Aunque en los primeros días lo extrañé, ya me he acostumbrado absolutamente. Bastante ayudó la aparición de FB. Ha sido entretenido percatarse que, como en Lost, existe tanta gente con vínculos desconocidos. Sin embargo, ya es suficiente. Celebro que un pendejo de Harvard haya construido de la nada una empresa avaluada hoy en más de US$ 5.000 millones y que hasta Bill Gates haya invertido en ella, pero me parece que necesito ocupar mejor mi tiempo. No lo digo con fervor oficinista. Al contrario, todos los minutos, quizás horas, que desperdicio diariamente en FB tienen que destinarse a algo más “productivo”, como este mismo blog, que años atrás me sirvió de autoexorcismo e inspiración y hoy es una bodega abandonada.

Además que soy un agente pasivo de FB. No soy de los que completan trivias, comentan fotografías, invitan a causas perdidas o se unen a tribus, sólo intruseo e incluyo gente en mi listado con el fin de tejer una red de contactos diversificada y amplia, como lo hace cualquier periodista que sabe cuánto vale una fuente o un conocido que nos relacione con ella. Si no he visto a alguien en diez años, por algo será. Aunque he sido testigo de algunos milagros de FB, similares a esos reencuentros del Venga Conmigo, es imposible que yo consiga algo así. Más que mala voluntad o desidia, es por buena memoria. Retengo perfectamente por qué me he distanciado de la gente, sobre todo cuando ha sido culpa mía. Wilde dijo que hay que ser muy malo para no tener enemigos. Yo al menos tengo.

Con FB he notado más que nunca antes cuánto cuesta permanecer aislado, aunque uno mismo se lo proponga. Siempre habrá alguien que quiera resucitar o invocar indirectamente fantasmas de los que ya nadie se acordaba. FB es la confirmación que necesitaban los psycho para asumir que sus obsesiones no son tan raras o exclusivas. ¡Vivan los psycho! Hoy todos podemos alimentar nuestros instintos psycho gracias a un freak plagiador de Harvard. Es para hacer un grupo, pero temo que nadie se inscribiría. La gracia de FB es que sus socios pueden conservar en secreto sus orientaciones de navegación. No se lo digas a nadie. Encontraste al desgraciado que te estafó con un reloj, al cabrón que te quitó a tu polola en la enseñanza media o a la mina con que gorreaste a la tuya. No sólo eso. A la nostalgia, rabia o cariño se agrega la perversión de ver, si es que el observado ha subido fotografías, cómo está ahora. Tanto exhibicionismo agota. Puedo vitrinear una tarde en una playa nudista, pero no pasearme en pelotas todos los días por la calle virtual. Comienza un nuevo período de abstinencia…

miércoles, enero 16, 2008

OFF


Un abogado me dice que uno de sus clientes, en representación de un importante grupo gremial, se reunió la semana pasada con los controladores de una empresa para advertirles que no se quedarían de brazos cruzados frente a una operación que estarían preparando, que implicaría una alta concentración en el mercado que participan. Tras la publicación, la nota ha sido desmentida por ambas partes. Producto del acuerdo "off the record" con que hablé con el abogado, el principal afectado, aunque no lo crean los afligidos empresarios, soy yo. La nota salió con mi nombre, por lo tanto mi credibilidad está en juego. Obvio que la del medio también, pero ningún diario piensa en argumentos humanitarios a la hora de limpiar su imagen. Como en todo orden de cosas, el hilo siempre se corta por lo más delgado. Eso no ocurrirá en este caso, pero el temor se agiganta con las horas. Ahora el abogado se está corriendo olímpicamente y no me ha aclarado nada. ¿Con qué fin podría haber mentido, si es un profesional serio que nos ha ayudado muchas veces con datos? No tengo la más puta idea.
Sin solucionar el problema, por la noche nos juntamos con otra pareja. Mi amigo, compañero del colegio, me había advertido que su nueva polola me odiaba sin conocerme. Años atrás, en un diario regional, escribí una nota sobre un accidente en que ella estuvo involucrada y que le significó un largo juicio. Cuando esta niña todavía se paseaba por tribunales, conoció a Rodrigo y le mostró la maldita nota que, a su juicio, daba entender que había alcohol de por medio, sin que la palabra fuera mencionada en el texto. Como fue un choque múltiple en la vía a Limache una tarde de domingo, creo que en verano, concluí que las sandías y los envases de bebidas encontradas en su vehículo significaban que "probablemente venían de un paseo". La descripción del accidente la armé con los antecedentes que me entregó la policía y algunos testigos.
Con el filtro aligerado por el trago, mi amigo le explica quién es el invitado.
-Este es el periodista que te cagó, lanza sin anestesia.
Ella, con una cara de reproche y asco indescriptible, brinda entonces por el accidente. Sin ánimo ni ganas de pensar, levanto la copa por inercia, lo que seguro, ahora recién me percato, debe haber sido un insulto para ella. En medio de la conversación, se levanta un poco la falda y muestra una larga y gruesa cicatriz a la altura de la rodilla. Se asegura que la haya visto antes de taparse nuevamente. Más tarde, recuerdo un par de anécdotas y, antes de terminarlas, ella intenta anticipar el fin imaginando que yo pregunté más de la cuenta o que me metí donde nadie me invitó. Por suerte, minutos más tarde, mi polola se da cuenta que tienen un amiga en común y el ambiente se relaja un poco. Ser periodista jode un poco la vida. A todos, parece. Quizás tenía razón Cobain cuando dijo que somos la peor raza. Pero eso soy.